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Ideas Medioambientales se alía con el ‘señor’ del Campo de Tejada

27/8/24
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 min
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Autor
José María Fernández
Personal Técnico Biodiversidad
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Aguilucho cenizo en Tejada: una historia de compromiso, paisaje y conservación.

No es el Campo de Tejada una tierra cualquiera en la provincia de Huelva. Dicen los historiadores que hasta sus predios llegó Trajano, el soldado emperador, en busca de quien fuera el amor de su vida, la patricia Plotina, natural de estas tierras llamadas Ituci durante el esplendor de Roma. Luego, los árabes la nombrarían Talyata y más tarde, tras la reconquista, adquiriría su topónimo actual: Tejada, una comarca histórica de profunda raigambre y singularidad que atesora uno de los legados culturales más ricos y añejos de toda Huelva.

Hoy, moldeado por siglos de ocupación humana, su paisaje se corresponde con una extensísima llanura dedicada, fundamentalmente, a los cultivos de secano; trigo, girasol y, sobre todo, el famoso y apreciado garbanzo blanco lechoso, embajador gastronómico de los barros de su campiña. A vista de pájaro Tejada nos muestra una amplia planicie segada mil veces por las manos de sus mujeres y hombres, regada por el sudor de nuestros abuelos e interrumpida únicamente por suaves colinas o casas solariegas de explotación agrícola. Sin duda, un bello paisaje que podría ser uno más del amplio territorio onubense, andaluz o español.

Sin embargo, esta calmada y aparente uniformidad esconde un tesoro de incalculable valor ecológico: la colonia de reproducción y cría más importante para el aguilucho cenizo (Circus pygargus) en toda Huelva y, sin género de dudas, una de las más productivas de Andalucía Occidental, albergando, a finales de los años 90 del siglo pasado, hasta el 7% de todos los nidos que la especie construía a lo largo y ancho del Valle del Guadalquivir.

En un contexto generalizado de enorme retroceso demográfico para las comunidades de esteparias, motivado fundamentalmente por la pérdida súbita de sus hábitats preferentes, la colonia del aguilucho cenizo en el Campo de Tejada resiste, entre otras razones, gracias al trabajo sostenido durante 27 años de un pequeño grupo local de voluntarios ambientales que, desde 1997, lleva desarrollando uno de los proyectos de voluntariado ambiental más decanos de toda Andalucía.

Los voluntarios colaboran con los Agentes de Medioambiente en la localización de nidos, en el seguimiento de la colonia, en la detección de amenazas y, sobre todo, en la pedagogía a través de la sensibilización y la educación ambiental destinada a la comunidad educativa, cooperativas agrícolas del entorno, ganaderos, propietarios de fincas y conductores de maquinaria agrícola.

A los esfuerzos sin ánimo de lucro de estas personas sumó su responsabilidad social Ideas Medioambientales que cedió al grupo de voluntarios un vehículo todoterreno para las jornadas de censo de pollos volantones y monitoreo de juveniles emancipados, realizado a mediados del mes de junio, fenología en la que los pollos abandonan sus plataformas nidales y comienzan a independizarse de los cuidados continuos de la madre.

Podría parecer que el destino de unas pocas decenas de aves esteparias en una comarca del sureste onubense es una cuestión menor. Aún convencidos de lo contrario, tal vez lo más sustancial sea la voluntad sostenida en el tiempo de encontrar otra forma de vivir y relacionarnos como especie con la naturaleza para evitar el empobrecimiento al que el modelo actual de consumo y desarrollo nos está llevando.

En esta  forja de conciencia social e ilusión permanente que permita a los seres humanos cubrir nuestras necesidades y prosperar respetando el patrimonio ambiental de flora silvestre y la fauna libre que nos acompaña y rodea, los voluntarios ambientales de la Asociación Ecologista Ituci Verde, quieren expresar su agradecimiento a Ideas Medioambientales por tendernos su mano y participar en este esfuerzo compartido de cuidar el gran legado natural del medio rural andaluz y, concretamente, a su especie bandera en los Campos de Tejada, el aguilucho cenizo, amo y señor de las campiñas cerealistas, todo un tótem de la comunidad de aves esteparias que encuentra, todavía en su vuelo indómito y libre, la fuerza irredenta para seguir viviendo a pesar de las dificultades.

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